Madre de ocho hijos, que sufrió violencia de género, asumió como concejal



María Isabel Barreto tiene 39 años y es madre de ocho hijos. Vive en una casa que alquila en Virrey del Pino, a la altura del kilómetro 40,500 de la Ruta 3, en el barrio El Tizón. Todos los días camina unas trece cuadras para llegar hasta la parada del colectivo que la lleva a la estación de trenes de González Catán, desde donde viaja hasta estación Buenos Aires para luego tomar otro colectivo que la deja finalmente en Constitución, a unas diez cuadras de su lugar de trabajo.

María -Isa, como la conocen algunos- no vivió toda su vida en ese barrio humilde de Virrey del Pino, tampoco tuvo que viajar siempre seis horas por día para ir y volver de su trabajo, de hecho no tenía necesidad de trabajar. La vida de esta mujer de tez morena y voz serena cambió hace poco más de cinco años, cuando dejó la casa que compartía junto al padre de siete de sus hijos, en San Justo.

Eran víctimas de violencia familiar y la situación no daba demasiadas alternativas: harta de sufrir agresiones, debió irse para preservar su integridad física y, en especial, la de sus hijos.
Fueron tiempos duros, de búsqueda de un trabajo que diera de comer a sus hijos, de adolescentes cuidando de sus hermanos menores, de tener una economía estable a no saber lo que podría ocurrir al día siguiente. “Yo me encontré sólo con los documentos míos y de mis hijos, ni siquiera ropa teníamos”, rememora.

“Pasé de tener todo a no tener nada”, dice, y recuerda haberse sorprendido cuando supo que en Virrey del Pino la escuela más cercana para sus hijos estaba a unas 15 cuadras.

En el sur de La Matanza los esperó una realidad diferente. Ya no había vacaciones tres veces por año, ni autos, ni motos.

“Mis hijas más grandes se ocupaban de que los más chicos vayan a la escuela, de que coman, de cuidarlos, tuvieron que ocupar otro rol y no pudieron estudiar”, se lamenta.

María Isabel Barreto tampoco pudo ir a la escuela secundaria porque su madre así lo decidió: “Nunca entendí por qué no quiso que siga la escuela mi mamá, yo quería seguir”, aclara.

Con una pensión para madre de siete hijos, consiguió también un trabajo en la Ciudad de Buenos Aires y empezó a comprar y vender ropa en la feria de La Salada. Las cosas empezaron a acomodarse para ella y sus hijos. “Yo tuve mucha contención de familiares y amigos, mucha gente me ayudó”, destaca María Isabel asegurando que esa contención es fundamental para cualquier mujer en su situación.


El futuro inesperado

Muy poco saben quién es María Isa-bel. Según esta crónica se trata de una mujer que se vio obligada a cambiar su estilo de vida; una mujer sencilla pero de fortaleza impecable, que todos los días da su mayor esfuerzo para que sus hijos puedan estudiar y no tengan que trabajar antes de tiempo, pero en realidad es un poco más que todo eso, porque el 27 de octubre último fue electa concejal de La Matanza por la lista de Sergio Massa, en un hecho que la sorprende y la entusiasma, pero no parece cambiar sus tiempos, pausados.

“Todos me dicen concejal en un tono… como si fuese algo muy importante… no me va a cambiar nada…”, asegura y aclara que no tiene miedo de sentarse en una banca, ni le genera nervios la situación.

“Nunca me había interesado la política”, reconoce María Isabel, que hoy ve con buenos ojos la participación activa de la mujer en ese ámbito porque, dice, “tiene más firmeza que un hombre”.

Ahora sólo espera que su nuevo rol como concejal del distrito más grande la provincia de Buenos Aires le sirva “para ayudar a alguien”. Por lo pronto no puede negársele el crédito de haber vivido en dos extremos de La Matanza: el de economía de clase media y el de necesidades de zona sur, con problemáticas profundas. Y para su nueva tarea cuenta con el apoyo de sus hijos, fundamental por la historia que los une y el amor que los mantiene unidos.


El octavo hijo

La vida de María Isabel Barreto y sus hijos se había estabilizado cuando la noticia de un nuevo bebé metió a la familia en una situación de dudas, enojos y desconcierto. Sin embargo después todo estuvo bien, y el hecho no sería llamativo si no fuese por el proceso que vivió la hoy concejal de La Matanza.

“Cuando supuestamente quedé embarazada me hice un test de embarazo que dio positivo, pero fui a la ginecóloga y me hicieron otro test que dio negativo. Entonces me mandaron a hacer análisis de sangre y me dio positivo, pero otro análisis dio negativo”.

A todo esto ya habían pasado varias semanas y entonces la ginecóloga ordenó una ecografía. “En la sala de salud del kilómetro 38 el ecógrafo me dijo que no estaba embarazada, me dijo que tenía un fibroma. Pero la ginecóloga vio la ecografía y dijo que el ecógrafo se había equivocado, que estaba anémica solamente”, recuerda.

“Mi período era irregular, tenía panza y tenía como una pelota entonces decidí ir nuevamente. La ginecóloga me dijo ´esa panza parece de embarazada`”. Ya habían pasado cuatro meses y medio cuando un nueva ecografía dijo que aquella anemia o aquel fibroma era un nuevo hijo que llegaba a la familia.

María Isabel creyó que iba a perder su trabajo y eso de empezar de nuevo la hizo pensar si tener o no a su hijo. Decidió tenerlo y pudo conservar el trabajo.

Pero nada parecía ser sencillo en la vida de la nueva edil. “Me sentía rara, faltaban unos quince días para la fecha de parto, estaba en casa y le pedí a mi hija Erica que me trajera ropa, en un momento se fue a llamar a otra de mis hijas y no volvía. Empecé a caminar por el patio de casa, y no podía más, y mi hija se llevó el celular y no sabía cómo llamar a alguien”. De esa manera describe María Isabel el día en que el trabajo de parto la sorprendió.

“Llegué a acostarme y cuando mi hija llegó ya había nacido el bebé, salió corriendo a buscar una enfermera que vive cerca, los remises no querían llevarme porque tenían miedo decían que era una responsabilidad grande llevar a alguien en ese estado, luego vino una ambulancia y me llevó hasta el hospital del 32”. Se llamó Ian, y hoy tiene dos años.

Deja una respuesta