Por Adolfo «Fito» Correa
Existe una fuerza muy poderosa, la fuerza de la costumbre, y esta fuerza ha nombrado desde siempre a nuestra plaza central del Distrito como “Plaza San Justo”. Sin embargo, nuestra plaza, trazada en 1858, tuvo distintos aspectos y nombres, hasta la “llegada del Libertador” en 1944.
Fue la plaza del pueblo, durante tantísimos años, cercada en alguna época para impedir la entrada de caballos y otros animales a pastar en ella, en un afán de preservación. En los primeros años del siglo XX, en la ordenanza de abril de 1916 se declara que pasará a llamarse plaza Intendente Tomás Ezcurra.
A los pocos años tratando de contar con una mejor plaza, se decide construir algo en su parte central. Se sugiere la construcción de un lago artificial y hasta cuenta una anécdota recogida por Viglione, que en el colmo de la imaginación, un concejal sugiere sumarle algunas “góndolas», a lo que el intendente de entonces, don José María Ezcurra expresó sarcásticamente: «Estoy de acuerdo. También le podríamos sumar algunos góndolos, así tienen cría».
Finalmente, lo que se construyó fue una glorieta circular, sin techo y rodeada de maceteros con flores, tal cual la vemos en fotos de 1926, donde seguramente tocaría la banda de música y jugarían los niños y los no tan niños.
Y así fue hasta que en 1941 surgió la iniciativa de la creación del actual monumento al General San Martín. Fue toda una gesta de decisiones y acciones, protagonizada por el club social de San Justo; desde decidir quién lo haría, hasta la “juntada” de metal para fundirlo.
Así llegó aquel domingo 27 agosto, día en que fue inaugurado. No faltó nadie, desde el presidente Edelmiro Farrell y los granaderos, hasta el último vecino. Bendijo la obra, el obispo de Iberá, monseñor Julián Martínez, junto a autoridades municipales, provinciales, embajadores de países hermanos, estuvo presente (creemos que por primera vez en un homenaje al libertador) el embajador de España, aunque la placa colocada en su nombre fue por una batalla Bailén (España).
Esta plaza no sólo fue testigo de reuniones festivas, también aquí resonaron los problemas “San justeros” y matanceros. Desde antiguos y difusos relatos de tiroteos de los principios del siglo pasado, pasando por los antológicos mítines del año ´39, cuando se repudiaba el traslado de la sede municipal hacia Ramos Mejía, encabezado por un joven Ignacio Arieta, con tiros y detenidos. Hasta los años posteriores de memorables luchas obreras, en defensa de fuentes laborales y mejores condiciones de vida. Tampoco estuvieron ausentes los fomentistas con justos reclamos por carencias de infraestructura en nuestros barrios y que en gran medida tuvieron que resolver los propios vecinos, claro que había problemas de servicios que los excedían y ahí estaban al frente de estas legítimas aspiraciones.
Una apostilla recogida por Juancito Salvador nos cuenta que el águila guerrera, que está por encima del escudo de Bailén, en el monumento al Libertador, es fruto de un festival solidario organizado por el club Almirante Brown que reunió la suma de 3000 pesos destinados a comprar el metal y fundirlo. Otras anécdotas hablan de la ubicación de la estatua, pero esas anécdotas son incomprobables, así que las guardamos para charlas de café.
Que interesante es siempre la historia de nuestro San Justo, en este caso la plaza, que ahora se llena con visitas de otras ciudades del Partido y queda muy chica.
Un saludo para Adolfo.
Ana (vecina de San Justo)