Después del horror en Flores, con once muertos tras el choque de un tren con u n colectivo y otra formación, la Ciudad y la Nación se repartieron las culpas, mientras los voceros de TBA iban cambiando las excusas a medida que se difundían las imágenes de cámaras de seguridad, donde se demostraba que la barrera no funcionaba bien,
parece que nada cambió.
Lo pude comprobar junto a mi familia en la víspera de la Nochebuena
pasada, poco antes del mediodía, cuando me sorprendió el
embotellamiento en la avenida Gaona antes de doblar en French, en
Ramos Mejía, con el fin de hacer unos metros por la Segunda Rivadavia
y finalmente cruzar por el paso a nivel de Sargento Cabral.
El trámite demandó alrededor de 45 minutos y riesgos varios para la
integridad del auto. Pero después comprobé que la condición temeraria
no era solo para los “fierros”, sino para todas las personas que
estaban a bordo de los autos y los peatones que intentaban atravesar
las vías del Ferrocarril Sarmiento.
Al acercarnos a la barrera comprobamos que nunca estuvo levantada al
parecer en una hora, que en el lugar no había personal de TBA, policía
o cualquier autoridad, a pesar de estar a solo unos cien metros de la
estación de Ramos Mejía, y que, a pesar de tratarse de una jornada con
asueto, los trenes continuaban pasando con lapsos breves de Once a
Moreno y viceversa.
Los escasos avances que habíamos experimentado en esos minutos se
debían a los volantes osados que atravesaban la barrera, entre el paso
de los trenes, arriesgando sus vidas y las de sus acompañantes por un
manojo de minutos.
Fue entonces, en medio de la desesperación que no había alcanzado
grados superiores por la temperatura benevolente y templada que nos
acompañó hasta la Navidad, que apareció nuestro salvador. No era
personal de TBA, policía, bombero o agente municipal, sino el
acompañante de un repartidor de comida de perros, que avanzó con su
uniforme rojo desde la camioneta que ocupaba, miró a ambos lados de
las vía y levantó la barrera. La actitud decidida del hombre nos hizo
tener la confianza y avanzamos por la barrera, con la simple garantía
de la corazonada.
“Si no, no pasábamos nunca más”, fue la respuesta del héroe ante las
felicitaciones y sonrisas que les desplegaron mi hijo y mi esposa.
Adrián Rodríguez
DNI 21086763