3, 2, 1, Acción

Hace unos días me levanté con ganas de ir a ver una de las últimas películas que se estrenaron, una de acción y suspenso, de esas que te hacen saltar de la butaca, y aunque ya sabes el ritmo de la peli, y sabés que en cualquier momento va a pasar algo estruendoso, te sobresaltás igual, encima en medio del rodaje, la pantalla se funde a negro una vez, y otra vez (yo pensé que podría ser algún efecto especial, pero no), y de repente quedó en negro total, la sala a oscuras y la gente que empezaba a inquietarse, unos decían “yo no me voy”, otros “que me devuelvan la plata”, y la voz femenina de una acomodadora que explicó que “se quedaran tranquilos y en sus asientos”. Minutos después solucionaron el problema, y todo continuó normalmente, y la acción volvió.

Pero ese no era el principio de la historia, primero les digo que me decidí a último momento para ir, por lo que llegué justo a tiempo para sacar la entrada, antes de eso viajé en dos colectivos, para luego cruzar avenidas sin semáforos, que obvio nadie me dejó pasar. Finalmente, llegué, entré, ubiqué la fila, ¡y cómo no hacerlo con toda la gente que había!, aunque como atendieron varios emplea-dos la cosa anduvo rápido, pero cuando llegó mi turno, la muchacha me dijo si traía alguna promoción para abonar menos, le dije que no, y no te imaginás la bronca que me dio, porque las tenía en casa.

Siguiente paso, me hace elegir la mejor ubicación, y me dirijo contenta, después de todo, a la fila para ir a la sala, no había nadie, el chico que cortó la entrada me saludó amable-mente, estaba ya dentro de la sala, cuando me acordé que tenía que pasar por el baño, luego regresé y me ubiqué en una buena posición, presta para comenzar con el espectáculo, pensé que estaba bueno no tener a nadie delante porque siempre es un problema, y no pasó un minuto que una jovencita con un gran rodete se sentó justito adelante, ¡será de Dios!

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