
Por Alba Murúa
Creo que es la primera vez que comento la obra de un autor al que conocí personalmente y ya partió. Nunca olvidaré ese día, porque Pedro unas horas antes había deslumbrado con sus narraciones en la presentación de Alto guiso en la biblioteca de la UNLaM , un bello momento que todos festejamos.
Pedro no fue mi amigo, pero sí amigo de amigos, gente que lo aprecia, que lo extraña, y que me hizo conocer anécdotas de su vida y, sobre todo, su obra.
Allí, en un rinconcito de La Matanza, escribía textos gigantescos que, de no ser justamente por los amigos, se habrían perdido (aunque nos cuenta María que gran parte, sin duda, se extravió). Pero, henos aquí con este libro largamente esperado. Esta “Obra reunida”, revisada, comentada por muchos, pero especialmente por la talentosísima María Sueldo Müller. Por cierto, su prólogo es imprescindible. Allí refiere al maridaje obra-vida del autor y nos cuenta de “Esta obra indefinible, diversa, que hibrida los géneros, altera el lenguaje, retuerce los tiempos…”
Pero me quedé pensando en el epígrafe del mismo Pedro:
ESTRUCTURA
Antes del primer hilo
en el cerebro de la araña
ya está resuelto
todo el misterio de la tela.

Así gran parte de estos textos, de construcción minuciosa , delicada, pero fuerte, como la tela de araña, así el oficio que es práctica (tejer y tramar) y es información genética o de más allá, quién sabe, ese misterio de la creación.
La selección es variada, sin embargo nos pinta a un escritor de cuerpo entero.
Algunas son páginas de cierto tinte autobiográfico y filosófico, como Y Usted, Cajas chinas I y II, A Usted, Idelma, El adoquín.
En muchos relatos se evidencia la oralidad, el rastro mítico, aunque el mito sea pequeñito, de pueblo, se recree y reconstruya una y otra vez. Tal es el caso, por ejemplo, de La leyenda del pampa de los ojos azules. Y predomina la misma técnica evocada, es decir, la de cajas chinas, en una especie de Las mil y una noches que oscila entre el campo y los suburbios, con toda su historia y su magia. En algunos casos, se cita directamente la leyenda folclórica tradicional, como el de Pedro Urdemales en Urdino (pág.58). La tradición del pícaro, heredada de España, asoma en muchos otros relatos, estupendas versiones hilarantes. También encontramos un tinte social en la mayoría de los textos, evidencia en gran parte del recorrido vital del autor.
Un párrafo aparte para las referencias a otros escritores de La Matanza que Pedro leyó y frecuentó, como los epígrafes de Omar Cao en El meni y El encuentro, a Patricia Verón, a Anahí Cao y a María Sueldo Müller, entre otros.
¿Más influencias? En textos como Manguruyú, evoco un poco a Horacio Quiroga, a Borges y a los griegos en ese implacable destino del que no se puede escapar. Debe haber muchas más, ya que el autor era un lector apasionado.
Y, entre mis preferidos, dos relatos con calabazas (De Gauchos, Puntillas y Coraje y El Juano), el monumental Un violín en Praga y Villegas, más todos los poéticos como Rescates, El ángel encargado de construir mi día, Leonor y La libertad de los pájaros.