
Los coletazos de los cambios económicos golpean fuerte al Distrito. Sigue la fuerte baja en las ventas con cada vez más locales cerrados. Además los diferentes gremios advierten que los despidos son una constante. El 2001 volvió en versión digital y la gente cambia ropa por alimentos en las redes sociales.
Por Claudio Kappeler
La vida cotidiana del Distrito va dando muestras claras de los cambios económicos que se registraron en el país en el último año y medio. La suba de tarifas, las importaciones, los despidos y la creciente inflación hicieron que La Matanza vuelva a tener gomas quemadas en sus rutas, comedores atestados de chicos, comercios cerrados y un club del trueque que, a diferencia de 2001, ahora copó las redes sociales.
La situación social viene siendo advertida hace más de un año por el Municipio desde donde se observa una escalada en la necesidad de distribución de alimentos en las zonas más empobrecidas. En abril último, la intendenta Verónica Magario salió a dar cifras concretas cuando habló de un 25 por ciento de locales cerrados en los centros comerciales matanceros. Esto porque, según indicó, las ventas ya habían caído por ese entonces hasta un 40 por ciento, a lo cual debía sumarse la suba de tarifas, imposible de pagar por muchos comerciantes.

Por estos días, ya no hace falta leer cifras económicas para entender los golpes sociales. Es feriado, 25 de mayo, y el patio de comidas de Catán Shopping un centro comercial inaugurado en 2011 está semivacío. Se puede elegir en qué mesa sentarse, mientras justo enfrente se ve que dos importantes marcas abandonaron el lugar. En el primer piso hay dos personas sacando entradas para el cine y apenas unas cinco comprando en el denominado candy. Es la antesala, el lugar en el que casi no se podía caminar un día feriado cualquiera antes de diciembre de 2015.
Similar situación se da en cualquier otro centro comercial del Distrito. “La gente pasea, pero no compra”, repiten en uno u otro local. Los carteles de alquiler se mezclan con los anuncios de liquidación por cierre sin distinción de primero, segundo o tercer cordón, económicamente hablando. Aunque las zonas más afectadas por la baja en las ventas fueron Rafael Castillo, González Catán y La Tablada. En cuanto a cierre por la suba de alquileres, el efecto se nota en Ramos Mejía y San Justo, donde en algunos casos los costos superan los 100.000 pesos mensuales.
Mientras tanto, en otro eslabón, varias fábricas cerraron sus puertas dejando cientos de familias sin trabajo. El ejercicio es fácil: ingresar a la página web de cualquier medio de comunicación regional y buscar bajo la palabra “trabajadores” o “despidos”; enseguida aparecerán títulos como “corte por despidos en San Justo”, “trabajadores tomaron la planta” o “sigue la incertidumbre para los trabajadores”.

“Es complicada la situación de los trabajadores, la actividad no se recupera en La Matanza; en un año y medio cayó el 25 por ciento y se irá incrementando a medida que ingresen los importados”, le dijo meses atrás a S!C Hugo Melo, titular del gremio metalúrgico.
En abril último, una distribuidora de bebidas de San Justo cerró sus puertas y un total de 70 trabajadores perdieron su única fuente de ingreso. Muchos de ellos pudieron ser reubicados en otras empresas, pero desde el gremio se advirtió: “La situación está cada vez más grave porque notamos una merma de 50 por ciento en la actividad y no hay síntomas de que repunte”.
El pasado no fue mejor
Quién podría haber pensado en volver a 2001, en volver a esos días en que los clubes de barrio se convirtieron en enormes ferias del trueque donde la gente iba a buscar comida. Internet le encontró otra veta a la crisis y desde las redes sociales se crearon páginas en las que el intercambio de ropa por alimentos es una constante.
Es sin dudas, el costado más feo de la realidad económica matancera. Publicar una prenda de vestir y pedir alimentos a cambio es el eje de los sitios. Luego se pacta un lugar de encuentro casi siempre son los mismos y allí se realizan los intercambios.
“Trueque km 28/29/30 y laferrere!! R.m.R”, así se llama una de las páginas de Facebook donde las reglas son muchas pero a la vez sencillas: ciertos productos alimenticios valen doble, si no podés asistir a la cita para el intercambio debés avisar con antelación para que otro pueda aprovechar la “oferta” y no se maneja dinero, por ejemplo.

Damián ofrece un jean talle 2 de mujer y pide a cambio un yogurt de litro, un dulce de leche y un aceite. Enseguida aparece Marcela y le dice que quiere el pantalón, arreglan en un local de electrodomésticos de Gregorio de Laferrere como lugar de encuentro.
En otra publicación, Ivana ofrece dos pares de zapatillas talle 24 y pide a cambio yerba, arroz, fideos y galletitas. Ya antes había publicado otro calzado de niña, que canjeó por yerba, fideos, puré de tomate y arroz.
Otro de los sitios se llama “Trueque sin dinero solo x alimentos laferrere MAC Y OESTE, catan, Casanova” (sic); las reglas allí son similares al anterior. Una mujer ofrece un pantalón talle 36 y pide dos paquetes de fideos y dos puré de tomate, y otro talle 38 por el que quiere dos azúcar y dos jugos. Avisa que el encuentro será en un local de comidas rápidas de Gregorio de Laferrere.
Nora ofrece la guitarra de una Play Station 2 y pide un aceite de litro y medio, un paquete de papel higiénico (x 6) y un rollo de papel para cocina. El producto que ofrece Nora cuesta unos $300 en cualquier página web de compra y venta.
Las publicaciones son similares en todos los casos y se encuentran en un común denominador: la mayoría pide aceite, arroz, fideos, puré de tomate o leche, productos indispensables para la alimentación de una familia.
Comercios cerrados o por cerrar, fábricas que ya no funcionan, trabajadores sin empleo, comedores infantiles que triplicaron la demanda y el trueque digital son las postales del nuevo tiempo que vive La Matanza, un lugar que había quedado atrás y no parecía ni siquiera asomar. Entender esa realidad puede frenar lo que ya ocurrió. Dejar que todo siga su curso, es el riesgo.