La Casa de Diana y Lohana, el primer espacio destinado íntegramente a la comunidad trans


Allí se dictan talleres y se brinda asesoramiento en diversas cuestiones que afectan a al colectivo travesti. Uno de los objetivos es brindar herramientas que faciliten el acceso a un trabajo digno, teniendo en cuenta que un gran porcentaje de la comunidad travesti trans tiene como único medio de supervivencia la prostitución.

En febrero de este año se inauguró en González Catán “La Casa de Diana y Lohana”, el primer espacio dedicado a la comunidad travesti trans de la provincia de Buenos Aires, que brinda un servicio integral a uno de los colectivos sociales más golpeados. La falta de acceso a la salud, a la educación, a un trabajo digno y la explotación sexual sólo algunas de las problemáticas que atraviesan a la comunidad travesti, cuya expectativa de vida no supera los 35 años. Fue durante 2017 que La Casa de Diana y Lohana comenzó a tomar forma. Un grupo de profesionales que milita en diversas organizaciones de género y coincidía en actividades, decidió comenzar a trabajar en conjunto. El equipo está conformado por Florencia Guimaraes García, Verónica Rolando, Diana Diovidio, María José Marino y Gabriela Guerreros, pastora pentecostal, que brinda el espacio en el cual funciona la Casa. “Se pensó en un equipo con diversidad, tenemos una psicóloga, una trabajadora social, está Florencia, que aporta su mirada desde su condición de travesti”. El equipo también cuenta con una trabajadora de la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (SEDRONAR), Lorena Giorgetti, debido a que el consumo problemático atraviesa a la comunidad trans y hay pocos dispositivos para hacerle frente. “El acceso a tratamientos es muy lejano a la comunidad travesti y el alto porcentaje de consumo tiene que ver con las condiciones de vida a las que son sometidas dentro del sistema prostituyente”, dijo Florencia Guimaraes García. Uno de los objetivos a largo plazo de la entidad es poder brindar herramientas que faciliten el acceso a un trabajo digno, teniendo en cuenta que un gran porcentaje de la comunidad travesti trans tiene como único medio de supervivencia la prostitución. Esas herramientas son fundamentales a la hora de pensar en una sociedad distinta que rompa con los prejuicios. La falta de aceptación, la expulsión del sistema educativo y de sus propias las familias, alejan al colectivo travesti de los dispositivos educativos. “El 70 por ciento no termina el secundario y el porcentaje de compañeras que acceden a un terciario es casi inexistente”, contó Guimaraes García. Una de las luchas que llevan adelante distintas organizaciones que trabajan por los derechos del colectivo, es la reglamentación de la Ley de Cupo laboral Trans, aprobada el 17 de septiembre de 2015 en la Cámara de Senadores de la provincia de Buenos Aires. Para María Jose Marino, trabajadora social que acompañó a Diana Sacayán, una de las cuestiones fundamentales de la Ley, es que “una vez que se reglamente, deberemos ver cuántas chicas tienen el secundario completo”. En este sentido, Florencia explicó: “para nosotros todo es doblemente difícil, salir a la calle es toda una ‘performance’, que lleva mucho tiempo. Salir a la calle con una sociedad que te clava la mirada es muy complejo y es muy difícil que una travesti quiera salir a hacer un trámite a las 8 de la mañana, o a hacer un curso a las 2 de la tarde”. Por eso, otra de las líneas de trabajo en La Casa de Diana y Lohana, es “tender puentes”. Desde el espacio, se realizan articulaciones con los registros civiles de Laferrere y San Justo para gestionar cambios de identidad de género en el DNI. “No consideramos a la prostitución como un trabajo, sino como explotación. Es necesario romper con la estigmatización, generar conciencia y educación. ¿Por qué una chica trans no puede ser recepcionista en una sala?”, cuestionó Lorena Giogeetti.

“Queremos que sea su espacio”

Parte del trabajo que realiza el equipo de La Casa de Diana y Lohana, consiste en recorridas nocturnas en las diferentes “paradas” en las que las chicas travestis y trans ejercen la prostitución. “Ahí es donde conocemos lo que realmente pasa. En una de las recorridas, que hicimos una noche que hacia frio, nos acercamos a una de las chicas y estaba helada. Otra nos pidió comida, porque tenía hambre. Hay mucha necesidad y es una situación preocupante donde se ve reflejada la exclusión”, señaló Giorgetti. Desde su inauguración, en el espacio se han dictado cursos cortos, en general relacionados al cuidado personal y la estética. Este mes, se está llevando a cabo un curso de maquillaje profesional, dictado por Florencia. También se evalúa la posibilidad de articular con el Plan Fines, para que las chicas que quieren terminar sus estudios secundarios, puedan hacerlo. “Que se adueñen del espacio. Soñamos con formar una cooperativa”, señaló la trabajadora del SEDRONAR. En la actualidad, de La Casa de Diana participan ocho chicas travestis. La voz se va corriendo de a poco y el equipo espera que el número comience a crecer. En este sentido, Florencia explicó que “es bastante difícil el acercamiento, por el tema de los horarios, que son nocturnos, las chicas se levantan tarde y en general queda poco tiempo de recreación”.En la misma línea, la activista por los derechos de la comunidad travesti trans agregó: “vamos analizando todas las cuestiones y es un aprendizaje constante. Yo aporto desde mi condición de travesti y desde mi experiencia dentro del sistema prostituyente. Estuve en ese lugar y entiendo cómo funciona”. Pero más allá del espacio propio, la idea es trabajar con el resto de la comunidad, en otras entidades, para contar la situación que atraviesan las chicas, con el objetivo de generar espacios compartidos que ayuden a romper con los prejuicios y la estigmatización. “Las leyes avanzan, pero la práctica va muy lenta. En el ámbito de la salud, por ejemplo, se creó un consultorio amigable que funciona en la Sala de Salud del barrio San Alberto, que suma, pero la realidad es que el acceso debería ser en cualquier centro de salud, a todas las personas por igual. Pero sucede que ante tanto maltrato que sufren, las chicas temen acercarse”, explicó María José Marino. La Casa, además de brindar talleres y asesoramiento en diversas cuestiones, busca ser un espacio de escucha. Se encuentra en la calle Icalma 7320, en González Catán y lleva los nombres de Diana Sacayán y Lohana Berkins, ambas militantes por la restitución de los derechos negados al colectivo travesti-trans.

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