El narrador Pedro Chappa habla de la presentación de “Un Violín en Praga y Villegas” en el teatro La Cochera, ubicado en la localidad de González Catán.
Por Anahí Cao
acao@periodicosic.com.ar
“Un Violín en Praga y Villegas” de la editorial “Cruz de Mayo” con dibujos de la artista Graciela Favot, fue presentado en el teatro “La Cochera” por el grupo de artistas que se nuclean hace años en el sur de La Matanza y realizan actividades culturales en forma de lo que ellos denominan “Entre Amigos”.
En esa obra está el mundo Ficcional: “Manguruyú”, “Breve historia del Plumetí”, “Melita y los combates”, “El encuentro”, “El Juano”, “Pescadores”, ”Inocencias Perdidas”, entre otros cuentos.
Este libro selecciona cuentos y relatos, escritos en los últimos diez años de la vida de Pedro Chappa, en un lenguaje que él denomina argentino; la voz de este narrador se adentra en la angustia, el desamparo frente a la crueldad de un mundo violento, donde el que manda es el más fuerte y, aunque reconoce cierta virtud en la valentía -enfrentarse cuerpo a cuerpo con el enemigo- la presencia del alcohol se describe como una forma de anestesia: “Los pibes se han ido del barrio. El Santiago, el más chico se fue a Madryn, trae de vez en cuando a la Gabriela, la nietita. Al Lorenzo me lo llevaron a las Malvinas, este cinzano ya me está haciendo mal, se me cierra un poco la garganta, me arden los ojos”.
En “Un Violín en Praga y Villegas”, la tragedia del ser humano que vive en los suburbios, en la marginalidad latinoamericana de los suburbios: los empobrecidos, los perseguidos por los “Verdes”, que rompieron picaportes de los ranchos, los que han sido fruto de una relación clandestina o un abuso quizás, entre un patrón y su cocinera, el hombre que se reconoce descendiente de “los derrotados”, los que fueron usados para exterminar al indio y sus descendientes a cambio, solo obtuvieron opresión, es central.
Pedro inventa una especie de “Conurbano ficcional”, donde se mezcla el campo y los restos de una ciudad; los márgenes de una ciudad, “entre putas, vendedores ambulantes y borrachos antidiluvianos”, retrotrayéndose en algunas tramas a un tiempo idealizado: “a veces dan ganas de ir a ese pueblo donde él se estableció, dicen que aun conserva esquinas sin ochavas del tiempo de la colonia y tiene una gran laguna que mi abuelo, Don Cosme, atravesó a caballo, cuando aquella cruda sequía de principios de siglo (…) tanta sed, tanta mosca sobre la comida, sobre las heridas. Tanta carne hedionda de no bañarse de aguas estancadas, de sangre que se pudre, tanto muerto al cuete, por escasez, por desamparo. Ni un pedazo de tierra, Don Cosme! Si hasta me dan ganas…”.
La vida y la literatura
en Latinoamérica
Entre mate y mate, Pedro Chappa cuenta que es descendiente de indios Lules. “Soy descendiente de los indios Lules que eran tributarios del Imperio Inca. Dije tri-bu-ta-rio, es decir, no éramos el Imperio; yo no desciendo del Imperio, desciendo de los sometidos de un imperio. Doblemente sometidos. En algún texto, de ´Un Violín en Praga y Villegas´ nombro un sueño mío y escribo: “el hombre de la pesadilla de los perros y el exterminio en masa”, dice. Cuando lo escribí pensé que se refería a los 30 mil desaparecidos pero después, -unos 25 años después- me dí cuenta de que estaba hablando de los millones de nativos que sufrieron el exterminio a través de trabajo y la ejecución directa y no cumplir con las leyes. En algún lugar de mi inconsciente estará. No hago nada intencional”.
Además del legado nativo te has nutrido también de lecturas europeas, y en algún momento
de la tarde nombraste a Cervantes.
“Sí, fijate vos el genio de Cervantes que se atreve a escribir semejante obra con un caballo muerto de hambre, y un burro, un viejo loco y un aldeano que parece medio tonto y además el caballero loco está enamorado de una posadera, sí, de una-po-sa-de-ra; con los personajes que te acabo de nombrar, es decir, con un travesti, un linyera un pato de la laguna y un comadreja cómo hacer una obra tremenda, es más difícil. Eso me parece que tiene aún más mérito”.
Tus cuentos tienen la estructura de los cuentos modernos, trabajás muy bien el tiempo interno de tus personajes.
Mirá recuerdo una frase que siempre repetía cuando trabajaba en la radio… Antes del primer hilo en el cerebro de la araña, ya está resuelto todo el misterio de la tela. Claro estoy hablando de que la estructura del cuento ya está adentro de mí.
¿Lo que querés decir es que un narrador lo que hace es asimilar la forma del decir?
A ver, todos somos narradores, todos inventamos narraciones, historias, personajes y situaciones mientras soñamos, es decir, ese pedacito que recordamos antes de despertarnos.
Cualquiera que cuenta algo que le pasó con el hijo, con la hermana, está narrando; lo que pasa es que yo tengo un oficio. Mis relatos tienen la particularidad de ser construidos oralmente y, muchísimos años después de ser dichos, fueron escritos. Algunos amigos dicen que en “Inocencias perdidas” o “El encuentro” se conserva la estructura de la oralidad más pura.
Cada vez que narro “El encuentro” me cuesta muchísimo matar al protagonista, cada vez que narro las cosas ocurren. Me dijo una vez Abelardo Castillo, yo ya me iba: “Si tenés una obsesión, cuidala, porque de eso se alimenta la literatura”.
¿Por qué elegiste ese título para el nuevo libro?
Esto no es un cuento, esto ocurrió en la ciudad de Isidro Casanova. Pero contiene una percepción mía de ese muchacho lleno de alcohol y droga; yo percibo su angustia, el sin sentido de su vida; pongo en palabras el discurso de ese muchacho.
¿Por qué mezclar Praga con Villegas?
Yo estaba leyendo una novela que ocurría en Praga -había comprado ese libro por el precio de una cerveza- y ahí se juntó lo que sucedía en la novela con lo que sucedió en el barrio de Villegas, que se encuentra muy próximo a donde vivo yo, que es el barrio “El Tambo”.
Pedro Chappa nació en 1946, en Tres Arroyos. Sus cuentos y poemas fueron publicados en Revistas como “Contrabando”, a cargo de Denis Merkler, “Sudestada”, “El Rescate”, Suplemento literario “El ángel de Virrey del Pino”. Pedro Chappa es actor y narrador oral y él mismo a lo largo de más de 20 años se ha encargado de decir sus cuentos en plazas, peñas, radios, Centros Culturales, Teatros, Sociedades de Fomento, encuentros literarios y encuentros con amigos a los que ha alimentado e influido intensamente. Sus cuentos fueron traducidos al braile. Han tenido buena crítica de cuentistas como Abelardo Castillo, Liliana Hecker y Silvia Iparraguirre.