La seguridad puesta como primer tema de agenda

El Intendente tuvo que hablar del problema en el inicio de sesiones y volvió a reunir al Consejo que se encontraba inactivo. En las últimas semanas hubo varias marchas vecinales tras diversos hechos sangrientos en el Distrito.

En los últimos meses se vienen sucediendo hechos de violencia en La Matanza que obligan a hablar de la seguridad como tema urgente. La seguidilla de muertes se mezcló con el oportunismo que agitó la idea de estallido social a fines de 2013 y hoy es la bandera más facilista de los que hablan del problema como una mera necesidad de cambio de nombre político, sin escarbar ni un poquito el fondo de la cuestión.

Ya fueron varias las marchas que se realizaron en San Justo y Villa Luzuriaga pidiendo medidas que paren los hechos violentos. Empero en todos los casos -o en su mayoría- la transparencia del reclamo se empaña con la presencia de militantes del Frente Renovador y/o el PRO. Este accionar tiene su previa en las redes sociales, donde la mano de obra barata agita voluntades desde sitios web que se multiplican para abundar en la sistemática instalación de la cultura del miedo.

El rol que juegan los medios de comunicación masivos en esta película es de trascendencia si se cuenta que promueven la idea de zonas de supuesta máxima peligrosidad sin tener en cuenta datos demográficos e historia social de cada territorio.

Del mismo modo también juega la otra campana, la oficial, la que viene a contar sobre el crecimiento de número de policías, la incorporación de nuevos móviles, la central de monitoreo y una Secretaría de Protección Ciudadana que no logra interactuar con la Policía porque es literalmente rechazada por la fuerza.

En la inauguración del nuevo período de sesiones, el intendente Fernando Espinoza ocupó un tramo de su discurso a hablar de seguridad. En simultáneo, la ciudad de San Justo -cabecera del Distrito- era un caos de tránsito y protestas por el asesinato de un remisero ocurrido horas antes.

“Sabemos que es el principal problema que tienen nuestros vecinos”, empezó reconociendo el jefe comunal para recordar inmediatamente que no tiene “potestad directa” sobre la seguridad, aunque aclaró: “Cualquier problema que tenga uno de mis vecinos, es un problema mío, de manera que voy a seguir ocupándome y voy a hacer todo lo posible para que los delincuentes estén donde tienen que estar, tras las rejas”.

“Por supuesto que cuando pasan cosas como las de ayer, no existen las palabras para las familias, no alcanza nada de lo que hicimos”, reconoció otra vez Fernando Espinoza para luego desviar las críticas de lleno al sector de la Justicia: “Yo quiero pedirle a la Justicia que esté a la altura de las circunstancias, que se comprometa junto a todos nosotros para resolver de una vez por todas el tema de la inseguridad”.

“Es un problema del que todos tenemos que ocuparnos para cuidar a los vecinos de La Matanza”, dijo Espinoza en lo que fue tal vez la frase más acertada que se le escuchó sobre la materia. No alcanzaba la aclaración de la no potestad inmediata, ni tampoco la enumeración de las acciones que se vienen haciendo en pos la prevención.

Ese mismo día, el presidente del bloque de concejales del Frente Renovador Abrahan “Toto” Delgado pidió la creación de una comisión de seguridad en el seno del Concejo Deliberante. Antigua es aquella frase -atribuida por algunos a Perón y por otros a  Napoleón- que habla de nombrar un responsable para solucionar un problema o armar una comisión para que el problema perdure.

Esa petición del Frente Renovador no fue tenida en cuenta, no por una mera minimización del problema, sino por entender que el líder legislativo del Partido de Sergio Massa sólo quiso prender la mecha corta de la discusión de barricada.

Lo que hay en La Matanza es un Consejo de Seguridad integrado por diversas fuerzas; ese espacio se volvió a reunir el lunes último después de mucho tiempo de silencio y claro está que su accionar no ayudó, hasta ahora, a la solución de un conflicto que crece y se agudiza.

El juego de los medios

Las imágenes se repiten en el televisor: una madre llora porque mataron a su hijo de un tiro en la cabeza, un chofer de colectivo habla de su compañero también víctima de la inseguridad, y vuelve a aparecer otra vez el rostro de esa madre llorando. La escena se repite durante uno o dos días.

En los diarios se arman también escenarios para una fotografía donde la sangre empieza a verse ya en los títulos y día tras día se detallan estadísticas que sólo tienen que ver con el hecho ya consumado de la muerte.

En diciembre de 2013, cuando se agitaba la supuesta antesala de un estallido social, el diario Clarín afirmó que ese año hubo 111 crímenes por robo en el Conurbano Bonaerense. Fue en ese marco que se nombró a La Matanza como el distrito donde más crímenes hubo en 2013, con un total de 25 (de los cuales 9 eran policías). No se habló en este caso de la densidad poblacional del Distrito como así tampoco del resquebrajamiento del tejido social del que fue víctima.

El mismo Diario publicó la estadística del primer trimestre de este año, donde se remarcó que 73 casos, contra 45 en 2012 y 47 en 2013. De este modo, se destacó que el Conurbano volvió a ser el triste protagonista con el 74 por ciento de los hechos y el distrito donde se produjo la mayor cantidad de episodios fue La Matanza (10 homicidios).

Claro que más allá del violento juego macabro de los medios de comunicación repitiendo las escenas y ensalzando la idea de represión ya, los números son reales y deben volver prioridad el problema.

Las protestas

Es en las marchas que se vienen realizando en el Distrito donde se ve el sufrimiento de esas familias mutiladas, despojadas de cualquier malintencionalidad política. No se pide a gritos porque no es necesario, para qué gritar si ese hermano, hijo, padre o amigo ya no está, ya lo arrebataron. Tampoco son esas familias la que piden linchamiento para todos, eso es para la campaña desvergonzada, para el juego sucio de la política que viene a hablar de cambio de mando, hasta nuevo aviso.

 

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