Madre de dos hijos, abuela de dos nietos, docente, mujer militante y candidata a diputada nacional por el FpV, Marisa Guerín sumó a estas características el mote de escritora. Su primera obra literaria fue presentada en la VIII feria del libro local, en ella propone al lector una variedad de historias que ponen de manifiesto distintas problemáticas con las que convive el ser humano, como la droga, la vulneración de derechos, la sensación que queda en un ser cuándo se da cuenta que le “cortaron sus alas”. Todas historias que se entremezclan de manera perfecta dentro de la narración central, “La Casa Grande” que por algunas páginas deja de ser contada para dar lugar a otra historia con un comienzo y un final.
Ángela Tobar
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“Mi vida es un poco extraña, me es imposible separar la parte privada de la pública, está muy enquistada una de la otra”, con esta aclaración, Marisa Guerín comenzó la presentación de su primera obra literaria. Un libro de 115 páginas que contienen nueve cuentos, que desarrollan historias que conviven con distintas problemáticas sociales.
Cuentos que logran que el lector se involucre en la lectura y se deje llevar por la perfecta descripción de aromas, colores, sensaciones que la autora propone. Guerín admitió que los personajes cobraron vida gracias a la “inspiración que me da la gente que veo todos los días, por eso me resulta difícil separar las cosas”, mencionó al explicar por que le es difícil separar su vida pública de la privada.
La obra cuenta con una historia central que lleva el nombre del libro, historia que a medida que avanza le da espacio al lector para que se involucre con otro cuento independiente que tiene un principio y un final, para luego retomar por otras tantas páginas la narración central que dará nuevamente lugar a otras historias.
La autora, en la presentación detalló cómo su vida de docente y militante le ha otorgado las herramientas necesarias para poder “entender muchas cosas”, se refirió incansablemente a la “magia” que le produce la gente que la rodea, “mis compañeros de agrupación me dan fuerza, me cuidan, entonces cómo no me van a inspirar, son mágicos.
Es mágica la militancia de La Matanza”. “Escribo historias que me inspiran porque al estar con gente muy humilde con tantas carencias, que en otra época no eran escuchados, y el verlos ahora que avanzó inspira, al igual que sentarse con ellos, uno aprende muchísimo con sólo escuchar”, describió.
Claramente en la mezcla de vida pública y privada recordó que trabajó al lado del río, y conoció muchas historias encarnadas en personas que supieron abrirse y transmitirle sensaciones, experiencia “en esta Matanza mágica”. Inmediatamente la militante comparó a esa Matanza de hace tres décadas atrás con la actual y remarcó que solamente “los que caminamos los barrios, los que la conocemos, sabemos que La Matanza avanzó” y reconoció que “por supuesto que faltan un montón de cosas por hacer, porque sería de mediocre estar tranquilo y pensar que ya está todo, falta un montón, pero se ha hecho muchísimo”.
Guerín se detuvo al hacer público el agradecimiento a sus hijos, a quienes calificó como los motores de su vida y recordó que los crió sola y cuando eran chicos, debido a su trabajo dentro de los barrios y la militancia los dejó bastante tiempo, y expresó que esa entrega es “un sentimiento que solamente las mujeres que militan pueden entender”.
“Mi vida es un poco extraña, tiene mucho que ver con La Matanza, con los vecinos que he conocido estos años”, reflexionó y al culminar analizó el conocido dicho sobre las tres cosas que no hay que dejar de hacer en una vida, “se puede tener hijos, cualquiera puede plantar un árbol y cualquiera puede escribir un libro, pero hay que ver quién te ayuda a criar a los hijos, quién te ayuda a ponerle agua al árbol y si van a leer tu libro”. De esta manera resumió parte de su vida de madre que tuvo que criar sola a sus dos hijos, de docente y mujer militante que lucha por un país mejor y escritora que transmite historias comunes a todos.
Fotografía: La Octava Matanza