Por Claudio Kappeler
El intendente Fernando Espinoza asiste por estas horas a una situación inédita después de muchos años de paz: los empleados municipales manifiestan estar cansados de paritarias que no los satisface y hacen sonar su reclamo en las redes sociales, en cada lugar de trabajo y en las calles. Aunque detrás de lo genuino también subyacen los deseos de algunos de ver finalizado el mando del heredero de Alberto Balestrini.
Desde hace tiempo largo los trabajadores municipales de La Matanza no tienen paritarias. La crisis económica establecida por el macrismo fue, sin embargo, superada de buena manera por el entonces gobierno de Verónica Magario. Aunque tanto en ese caso como en la nueva gestión de Fernando Espinoza se otorgaron bonos extras que no formaron parte de un aumento real al sueldo básico de cada empleado. Con el correr del tiempo, esa inestabilidad y los evidentes bajos sueldos hicieron que los trabajadores comenzaran incipientes planes de protesta.
La situación subió en temperatura hasta que la figura del titular del gremio, Daniel Troncoso, comenzó a ser vapuleada por los trabajadores. Lo acusaron de no defender los intereses de sus afiliados, dijeron que sus negociaciones con la intendencia se limitaban a acatar las órdenes de Espinoza, y comenzaron a flotar esas irregularidades que existen pero son silenciadas, como el poco claro manejo de una oficina que funciona como financiera en la sede que el sindicato tiene en San Justo.
Las acusaciones y las dudas están más que fundamentadas si se tiene en cuenta que Troncoso no hubiese podido ganar las últimas elecciones de no haber sido por el apoyo político que recibió desde el municipio. Las gestiones realizadas por su jefe Juan Carlos Sluga sirvieron para obtener el empujón final que lo situó al frente del gremio.
Fueron tiempos de abrazos y festejos junto a Magario y Espinoza. Tiempos en los que los aumentos o bonos extras para los trabajadores eran anuncios realizados desde el municipio, mientras el silencio de Troncoso retumbaba en los estamentos municipales.
“Si hoy hubiese elecciones la perderían sin dudas”, analiza un viejo dirigente a la hora de evaluar la situación del hijo putativo de Sluga. ¿Será por eso entonces que Troncoso en las últimas horas sacó chapa de luchador?, ¿será que está entre dos espadas y sabe que no le queda alternativa?
El costado partidario de la cosa
Micrófono en mano, el jefe del Sindicato de Trabajadores Municipales improvisó un escenario en la vereda de la sede gremial y puso a votación la tercera propuesta salarial realizada por Fernando Espinoza. Esto fue el jueves y los delegados decidieron rechazarla.
Claro está que Daniel Troncoso no es sinónimo de lucha obrera y desde esa certeza vale considerar -luego de aclarar la legitimidad del reclamo-, una serie de movimientos que se vienen mencionando en los últimos días.
El factor externo habla de tres situaciones: por un lado Alberto Fernández y su círculo fiel comenzaron a diseñar una estrategia de armado electoral que obviamente tiene en cuenta al partido de La Matanza y por eso ya dieron la orden para que una serie de dirigentes se pongan en marcha con el trabajo territorial. A esto se le suma la mala relación que mantienen el intendente Fernando Espinoza y los más duros de La Cámpora, la agrupación intestina del kirchnerismo. Aunque una tercera noticia es todavía más interesante en clave política; la intención de la familia camionera de descender en el distrito bajo la figura de Facundo Moyano y disputarle el poder al actual oficialismo local.
El factor interno, en tanto, es más complejo. Sin decirlo a viva voz, varios dirigentes creen que hay un “fin de era” en el municipio. Claro que esto se relaciona más con expresiones de deseos de quienes quieren acceder al trono que hoy ostenta Espinoza.
Desde hace al menos tres elecciones, varios fueron los nombres que por lo bajo se manifestaron con intenciones de ir por la intendencia. Nunca se pudo, nunca los dejaron o nunca les dio el cuero. Como sea, hoy se nota una nimia lucha interna que, de crecer, puede ser peligrosa para los intereses del jefe comunal.
En estas horas difíciles hay entonces dos claras marchas: la de los empleados municipales que genuinamente piden ser tenidos en cuenta de otra manera y la de los buitres externos o internos que piensan en un fin de ciclo y no lo quieren decir de frente para no perder sus privilegios.