Una muerte absurda en un barrio donde rige la “Ley del más fuerte”

 

La adolescente fue asesinada por la madre de una amiga, con la que había peleado mediante mensajes de texto y a través de la red social Facebook. La hermana de la víctima dijo que la venta y el consumo de drogas son las principales causas de la inseguridad que se vive en el lugar. Además, aseguró que las fuerzas de seguridad “no entran” al barrio y que hay policías que “arreglan” con los delincuentes.

Por Soledad Martínez

smartinez@periodicosic.com.ar

 

Claudia Molina, una adolescente de 15 años, fue asesinada el 22 de noviembre último por la madre de una amiga, con quien había discutido en varias oportunidades a través de mensajes de texto y la red social Facebook.

Lejos de ser un caso de inseguridad o un hecho aislado, la absurda muerte de Claudia se dio en el contexto de violencia e impunidad que caracterizan al complejo habitacional Villegas, ubicado en Crovara y Homero, de Ciudad Evita.

Marcela Molina, hermana de la víctima, contó en diálogo con S!C que “el gran problema que existe en el barrio es la droga. Ahí se vende de todo. Y los asesinos de mi hermana fueron a mi casa drogados”.

Otro fuerte cuestionamiento es dirigido al accionar de las fuerzas policiales. “Acá no podemos contar con la Policía, porque no entra al barrio que fue y sigue siendo muy inseguro”, dijo Molina, quien redobló la apuesta al asegurar que “muchos policías arreglan con los delincuentes”.

La desconfianza de la familia surgió del seno mismo de la investigación por el asesinato de Claudia. Según Molina, la información de la causa “se filtraba” entre los mismos miembros de la fuerza, entorpeciendo la investigación. Incluso contó que “un policía fingió que llamaba por teléfono a la mujer, para brindar datos, no sé a quién, sobre un testigo que tenía que declarar”.

Desde entonces, la mujer decidió manejarse en un “círculo reducido”, que incluye al fiscal de la causa José Luís Maroto. “Yo confío en la Justicia, pero sé que las personas en las que puedo confiar las cuento con los dedos de una mano”, dijo Molina.

 

 

Prófugos e impunes

 

Cintia Aguirre es la acusada de cometer el asesinato de Claudia y no actuó sola. Ella y su esposo, Gustavo “Pincho” González,  llevaron a su hija de 14 años, llamada Aylen, al departamento en el que se encontraba la víctima para que “resolvieran” sus problemas a “las piñas”.

Allí se encontraba la menor, acompañada de su hermano, Abel, y su pequeña sobrina de tres años. Marcela se encontraba trabajando como telefonista en una agencia de remises.

Aguirre golpeó la puerta y dijo que necesitaba hablar con Marcela. Cuan-do Abel abrió, el hombre que permanecía oculto lo sorprendió y, a punta de pistola, lo mantuvo inmóvil, mientras las dos menores comenzaron a reñir.

“Como vieron que Claudia, por decirlo de alguna manera, ganaba la pelea, la madre se metió y empezó a apuñalar a mi hermanita”, relató Marcela. Toda la secuencia transcurrió en un lapso de 20 minutos.  A pesar de los gritos que pudieron escucharse en el complejo, nadie llamó a la Policía. “Nadie se metió por miedo, porque este hombre estuvo preso por drogas y otros delitos, y es por el mismo motivo que la gente que sabe donde están, no nos ayudan”, agregó.

Luego de cometer el crimen, los acusados huyeron junto a sus cuatro hijos que presenciaron el hecho, y continúan prófugos. La sospecha cae nuevamente sobre las fuerzas de seguridad.

La hermana de la víctima remarcó que el hombre involucrado tiene familiares policías y aduce que tanto él, como su mujer, podrían recibir “ayuda” para permanecer ocultos. “Yo creo que ese es el motivo por el cual nos cuesta tanto encontrarlos”, aseveró.

Además, Molina sostuvo que “todos saben que él es una persona que lleva una mala vida y días después de que mataran a mi hermana, mandó a su familia para que amenacen a los posibles testigos”.

Para avanzar en la investigación, la familia de Claudia espera que desde el Ministerio de Seguridad de la provincia de Buenos Aires hagan efectivo el ofrecimiento de una recompensa para quienes puedan aportar datos que lleven a capturar a los acusados.

 

Un crimen premeditado

 

Marcela Molina se encontraba trabajando en el momento en que su hermana era asesinada. Según contó, González la llamó por teléfono a la agencia de remises para adelantarle que iba hacer que las adolescentes pelearan.

La mujer intentó calmarlo, y se comprometió a ir a la casa del hombre cuando saliera de su empleo para conversar en busca de una solución. “Son cosas de chicas”, le dijo Molina.

Luego, la hermana de la víctima comprendió que el llamado tuvo como objetivo lograr que ella no estuviera presente al momento del ataque. “Ellos viajaron tres kilómetros en auto, de un barrio a otro, él con un arma de fuego y su mujer con un cuchillo, ya tenían decidido lo que iban hacer”, aseguró.

Además, Marcela hizo hincapié en la saña con que Aguirre atacó a la menor. “Mi hermana tenía diez puñaladas en su cuerpo. No fueron a asustarla, fueron a matarla”, afirmó.

A pesar de que fue trasladada inmediatamente al Hospital Diego Paroissien de Isidro Casanova por su hermano, la adolescente llegó muerta al nosocomio, debido a la gravedad de las heridas. Claudia recibió tres puñaladas mortales: una en un riñón, una en un pulmón y otra directa en el corazón.

“Ellos no se merecen estar libres, cuando destruyeron a mi familia”, manifestó Marcela, y luego reflexionó: “En realidad destruyeron a dos familias, porque no creo que hoy tengan una buena vida, ni ellos ni sus hijos”.

 

“Las dos nenas fueron víctimas”

 

Si bien, Claudia Molina fue la víctima fatal de esta historia, Marcela se refirió también a Aylen. En la actualidad, la menor se encontraría viviendo con su abuela. “Yo no la culpo, ella es una víctima más de sus padres”, dijo.

En una clara estrategia de defensa, horas después del hecho la menor se entregó y se “hizo cargo” del asesinato ante la Justicia. Según declaró, la noche del 22 de noviembre, alrededor de las 21.30, subió sola al departamento de Claudia para pedirle que “dejara de molestarla” mediante mensajes de texto.

Según la menor, fue Claudia la que comenzó a agredirla con un cuchillo y que al escuchar sus gritos, su madre subió a socorrerla, al igual que el padre, de quien dijo no recordar que estuviera armado. Cabe mencionar que al ser menor de 16 años, Aylen es inimputable para la Ley Argentina.  En ese momento, el abogado defensor de la familia, aseguró que el matrimonio se entregaría una vez que estuvieran “dadas las condiciones”, pero a más de tres meses del hecho, permanecen prófugos. La menor fue sobreseída.

Deja una respuesta