Reclamos por mayor seguridad, la política basura y lo colateral

Se hicieron dos marchas hacia el Municipio reclamando mejorar las medidas de seguridad en el Distrito. Desde la Comuna se reconoció la problemática y hubo anuncios. Desde otros espacios políticos intentaron ensuciar los pedidos.

Por Claudio Kappeler

ckappeler@periodicosic.com.ar

 

Pensar en inseguridad como un hecho aislado de la historia reciente, como una planta maloliente que creció entre la maleza sin ser advertida, es un recurso político básico y chicanero, es una forma de levantar a la gente -esa de impotencia real- mezclándola con banderas interesadas en la economía de la política y no en la política. El delito creció y negarlo sería de una estupidez extrema, tan extrema como la negación misma del único mecanismo que podría mermar con ese crecimiento: La inclusión.

En los últimos tiempos hubieron en La Matanza dos marchas para reclamar medidas que frenen la inseguridad, un reclamo genuino que se envició de otros intereses que, aunque no lo desbordaron, intentaron hacerlo. La primera marcha se caracterizó por ser pacífica, sin carteles partidarios y su escasa organización evidenció un buen porcentaje de pedido desarropado de cualquier otra intención. La segunda fue más imponente y se manchó: Los familiares de víctimas de hechos delictivos se mezclaron con militantes del PRO liderados por José Corredoira, el secretario del diputado provincial Juan Carlos Piriz, exhombre fuerte de Carlos Menem en el Distrito. También había gente del peronismo disidente e integrantes de supuestas organizaciones intermedias, nacidas en espacios partidarios.

Este tipo de convocatorias suele generarse desde las redes sociales. En este caso, Facebook juega un rol esencial no sólo a la hora de darse cita, sino también a la hora de ver resultados, discursos posteriores e imágenes. Los dirigentes políticos de la oposición que se entreveraron con la gente el 3 de junio último, en San Justo, no se presentaron como tales, pero varios de ellos estuvieron a cargo de la convocatoria, la organización y la arenga que buscó tomar la Municipalidad de La Matanza.

La legitimidad del grito de quien pierde un familiar o un amigo en un hecho delictivo no debería mancharse. No debería la dirigencia de la vieja escuela política hacer uso del dolor como moneda de cambio para intentar un voto, ni cientos, ni miles.

Son esos mismos dirigentes, los que hoy hablan de inseguridad como emblema de su falsa lucha, los que utilizaron los años ’90 para convertir a La Matanza en el mayor polo de pobreza del Conurbano. Los mismos que resuelven el problema de la seguridad sin hacerse cargo de su cuota parte. Hay que dejarlos entonces de lado, pensar en el pedido real y despojado de mezquindad política, sin olvidarse de que están, de que utilizan banderas que no son las suyas.

 

Sobre cómo incluir

 

Con casi dos millones de habitantes, el partido de La Matanza es considerado el más grande de la Provincia, y también por su inmensa geografía ocupa el quinto lugar en el país. Pensar que el peronismo local viene aportando -en promedio- 290 mil votos para el kirchnerismo desde 2003, es entender su importancia política.

También hay que entender la pluralidad de problemáticas porque La Matanza es, si se quiere desde un pensamiento ligero, un pequeño resumen de la Argentina.

Por eso, la falta de seguridad golpea y hay que tenerla en cuenta, hay que pensar su remedio como política de Estado; como también golpean carencias sociales que todavía hay que subsanar desde la salud y/u otras necesidades.

Eso hay que pensarlo y repararlo, pero lo demás no hay que olvidarlo. ¿Qué es lo demás? 800 mil personas se sumaron al plan de cloacas, un millón de personas tiene ahora agua potable en su barrio, se hicieron 3.500 pavimentos y se está trabajando en un plan hidráulico que contempla 80 kilómetros de canales aliviadores y redes pluviales en diversas zonas.

Los logros que tuvo el Distrito en la última década no pueden ser discutidos ni negados. El más crítico de los opositores al Gobierno puede instalar en la discusión lo que falta hacer, pero ninguno podría negar lo ya hecho.

En el Distrito se impusieron también las escuelas fábrica, la construcción y/o reparación de establecimientos educativos, un programa de apoyo escolar, las capacitaciones encaradas desde el IMDES, y la integración generada desde la distribución de más de 65 mil netbooks y la Asignación Universal por Hijo.

 

El problema era de otro

 

Hablar de lo ya realizado es entonces hablar de inclusión como método que no sólo busca mejorar la calidad de vida de la gente, sino que también la sumerge en lo único que puede reparar y prevenir la inseguridad desde la raíz: la educación.

En décadas pasadas, era inimaginable lo conseguido por La Matanza durante el gobierno kirchnerista. Las mismas décadas en que la inseguridad no era un problema de un intendente, ese sayo le pertenecía al gobernador y por ende la solución era descabezar la cúpula de la Policía Bonaerense, poner otro jefe a mandarla, y hacer cambios de figuritas en las diferentes Departamentales del Conurbano. El intendente, en los ’90, se encargaba del grueso presupuesto para las palmeras de Camino de Cintura, entre otros pequeños detalles.

En La Matanza no existía un Centro de Operaciones Municipal (COM), ni Comisarías de la Mujer, una escuela de policía, ni la patrulla municipal. En esos tiempos no se implementaban programas como corredores seguros en escuelas o zonas de diversión.

A la vista de los problemas al Distrito le falta hacer, claro, porque los agoreros del miedo nada hicieron cuando el poder ocupaba sus manos, y nada proponen hoy cuando se mezclan entre la gente a la que le duele la muerte, y no el bolsillo.

Deja una respuesta