En diciembre de 2016 se firmó un acuerdo de carácter humanitario entre Argentina y Gran Bretaña con el objetivo de poner nombre y apellido a los cuerpos de los soldados sepultados en la isla. Se encomendó a la Cruz Roja Internacional la delicada tarea de exhumación y extracción de material genético de los restos. “La confirmación nos trajo mucho dolor, pero también mucho alivio”, dijo Viviana, hermana del soldado matancero.
“Soldado argentino sólo conocido por Dios”, se lee aún en el sector C, fila 2 del Cementerio de Darwin, pero desde el lunes 4 de junio de 2018, se sabe que allí descansan los restos de Julio Cao, docente y soldado de Ramos Mejía que combatió y murió en la Guerra de Malvinas en 1982.
El equipo interdisciplinario integrado por profesionales del Centro Fernando Ulloa, del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), del Ministerio de Desarrollo Social y de la Escribanía General de Presidencia, se reunió con Delmira, su madre, para confirmar la noticia.
Con este caso, ya son 92 los soldados argentinos identificados en el Cementerio de Darwin, trabajo llevado a cabo por el equipo de antropología forense del Comité Internacional de la Cruz Roja, en el marco del Plan Humanitario Malvinas.
Viviana Cao, hermana del docente, contó que en un principio, la familia no participó del proceso de identificación, debido a que no habían llegado a “un consenso interno”, por lo que la decisión se demoró un tiempo.
“Todo cambió en diciembre (de 2017, cuando se dieron a conocer las primeras identificaciones) con el reconocimiento de tantas personas. Eso fue muy movilizante”, manifestó Cao. En ese momento, la familia decidió entregar material genético para cotejar con las muestras obtenidas en el Cementerio de Darwin.
Tras el final de la guerra y en el intento de reconstruir qué había sucedido con Julio, la familia obtuvo a través de testimonio de otros soldados, dos versiones. Una indicaba que la vida del docente había terminado como consecuencia del impacto de un misil en la zona en la que se encontraba, por lo que se deducía que no había posibilidad de existencia de resto alguno.
“Esa versión es la que tuvimos durante 35 años y la que más peso tuvo”, dijo la hermana del docente y soldado matancero. Una segunda versión que llego a la familia, indicaba que sí existió el traslado del cuerpo de Julio. Alentados por esa versión y esperanzados de que eso hubiera ocurrido, la familia se incorporó al Plan Humanitario Malvinas.
“La confirmación nos trajo mucho dolor, pero también mucho alivio. De la versión de la destrucción total y de una muerte en soledad, pasamos a tener la tranquilidad de saber que hubo un otro que acompañó, que lo llevó a un lugar en el cual le dieron una sepultura. Eso es lo más digno que se puede esperar, en una situación tan tremenda, para el final de la vida de un ser querido”, señaló Viviana Cao.
Con tan sólo 21 años y una hija en camino, Julio Rubén Cao pertenecía a la clase 62, convocada a reincorporarse al ejército. Si bien la notificación no había llegado a su domicilio, se presentó voluntariamente.
En ese momento de su vida, se desempeñaba como maestro la Escuela N°32 de Gregorio de Laferrere. Estaba al frente de 3° D. El establecimiento, lleva su nombre en homenaje.
El 12 de abril de 1982, partió hacia Puerto Argentino junto al Regimiento de Infantería Mecanizado N° 3 del Ejército.”Como maestro y como ser humano, con valores, no puedo dejar de ir. ¿Cómo me siento después detrás de un escritorio si ahora me escondo debajo de la cama?”, dijo a su madre, Delmira, antes de partir.
Julio Cao falleció durante un combate en Monte London el 14 de junio de 1982, horas después de la rendición presentada por el gobierno Argentino. Dos meses después, nació su hija, Julia María.
Una deuda que comenzó a saldarse 35 años después
El Cementerio de Darwin de la isla Soledad fue habilitado en 1983 y en él fueron sepultados 238 soldados argentinos, de los cuales sólo 115 tenían su nombre y apellido en las cruces. Fue en diciembre de 2016 que se firmó un acuerdo de carácter humanitario entre Argentina y Gran Bretaña, y se encomendó a la Cruz Roja Internacional la identificación de los restos.
La exhumación de los cadáveres se inició en junio de 2017, tarea para la cual se contó con la colaboración del oficial del ejército británico, Geoffrey Cardozo, responsable del equipo que trasladó los cuerpos de los soldados caídos hasta el Cementerio de Darwin.
Durante 14 meses, los profesionales se dedicaron a la extracción de la muestra genéticas. Una vez consumada la extracción, los restos fueron colocados en nuevos féretros y sepultados nuevamente en el mismo lugar.
Los familiares de los combatientes, no sólo proporcionaron las muestras de ADN, sino que también debieron prestar consentimiento para el procedimiento, teniendo absoluta potestad para decidir qué hacer con los restos de su ser querido en caso de ser identificado.
Además del proceso de identificación, los profesionales lograron extraer objetos personales y de valor sentimental, como documentos de identidad, llaveros, placas de identificación y cartas.
Tras la finalización de los trabajos y la identificación, en primera instancia, de 90 soldados, una comitiva de familiares viajó a la Isla Soledad para visitar el Cementerio de Darwin y. Allí se reemplazaron las placas con la leyenda “Soldado argentino conocido sólo por Dios”, por nuevas, que llevan el nombre y apellido de los caídos.
La familia espera ahora, poder viajar a Malvinas para realizar el cambio de placa en la sepultura del docente. “Esa leyenda tan triste, va a cambiar. Y eso es importante no sólo para nosotros, sino para todos, porque Julio es un soldado muy reconocido y querido en La Matanza”, expresó Viviana Cao.
Según contó la mujer, Claudio Avruj, titular de la Secretaria de Derechos Humanos de la Nación, les manifestó que hay intenciones de realizar un nuevo viaje para las familias de los caídos en la guerra.
En tanto, no existen dudas: los restos de Julio Cao quedarán en la isla. “Fue casi una condición que puso mi mamá. Él tiene que descansar en Malvinas”, manifestó la hermana del soldado.
Las cartas de Julio
“A mis queridos alumnos de 3ro D: no hemos tenido tiempo para despedirnos y eso me ha tenido preocupado muchas noches aquí en Malvinas, donde me encuentro cumpliendo mi labor de soldado: Defender la Bandera”. Ese fue el inicio de una carta que el docente envió a sus alumnos de la Escuela Primaria N°32 de Gregorio de Laferrere.
La misiva continúa: “espero que ustedes no se preocupen mucho por mi porque muy pronto vamos a estar juntos nuevamente y vamos a cerrar los ojos y nos vamos a subir a nuestro inmenso Cóndor y le vamos a decir que nos lleve a todos al país de los cuentos que como ustedes saben queda muy cerca de las Malvinas. Y ahora como el maestro conoce muy bien las islas no nos vamos a perder”.
En medio de la guerra, el docente también escribió cartas a las autoridades del establecimiento, contándoles sobre lo terrible de la guerra.
Ya hubo enfrentamientos acá en la isla Soledad que no sé si son de dominio público: el día 27 de abril a las 21.30hs, comenzamos a oír que la artillería que se encuentran a retaguardia tiraba sobre las costas; recibimos órdenes de alistarnos y de mantenernos atentos dentro de las posiciones. No teníamos otra información más que el hecho de que el fuego continuaba ininterrumpidamente. Nos encomendamos a Dios y esperamos. No sé si temblaba de frío o de miedo, pero temblaba”, relató en uno de los textos.