El oficialismo renovó su crecimiento por fuera de las márgenes del Distrito y todo el año se habló de Verónica Magario como candidata. Sin embargo también surgieron las supuestas internas hacia adentro del PJ local. Dos panoramas bien disímiles en un mismo gobierno.
Mientras el Gobierno Nacional pierde credibilidad y la imagen de los máximos líderes de Cambiemos cae en cada encuesta, en el Municipio de La Matanza ocurre todo lo contrario. Verónica Magario se posicionó este año como una posible y seria candidata a pelear un lugar en la fórmula hacia la gobernación bonaerense. El hecho, sin embargo, se ve salpicado por los rumores de peleas internas dentro del Gobierno local. El crecimiento de la imagen de la intendenta fue de menor a mayor. Comenzó siendo una candidata a la que desde todos los frentes catalogaron como la marioneta de Fernando Espinoza -el jefe comunal saliente-.
Se decía por entonces que Magario no podría designar su gabinete y, mucho menos, gobernar con libertad los destinos del Distrito. A los pocos meses de asumida, en las espaldas de la intendenta se sumó un escollo mucho más difícil de sortear: administrar un territorio grande como una provincia, con un magro presupuesto, y bajo el mando de un Gobierno nacional que apostó al ajuste como principal método de gestión. La estrategia de la dupla Magario-Espinoza tuvo tres patas que se centraron en la contención social en los barrios más dolientes, la visibilidad mediática de ambos y dar golpes certeros ante cualquier error macrista.
Un caso testigo fue la acción de amparo presentada por la intendencia cuando el Gobierno arrancó los primeros tarifazos en los servicios públicos. Por tener una exposición nula en elecciones anteriores, por mejor llegada desde el discurso, o tal vez simplemente por una cuestión estética -que guste o no también juega su rol en estos tiempos-, la imagen de Verónica Magario pegó mejor que la de Fernando Espinoza, haciendo de la intendenta una potencial candidata para 2019. Se habla de ella como candidata a gobernadora de la provincia de Buenos Aires o, en su defecto, como vicegobernadora. Al igual que en 2015, pero con un panorama mucho más próspero y posible, a La Matanza se le presenta entonces la posibilidad de salir de sus propias fronteras y posicionar a un dirigente dentro de las altas esferas políticas, algo que no ocurrió más desde el fallecimiento de Alberto Balestrini.
Qué pasa acá
¿Es esto una derrota para el hoy diputado nacional Fernando Espinoza? No, en absoluto, quien quisiera verlo de esa manera estaría ingresando en un terreno pequeñísimo del análisis. El exintendente ya tuvo la posibilidad de formar parte de una fórmula bonaerense y su derrota no lo sacó de juego en el Distrito. En este caso, con Magario como candidata, Fernando Espinoza no debería perder su rol de liderazgo dentro del peronismo local ni tampoco coartaría esto su carrera política futura.
Se dijo que Espinoza no quiere que la intendenta sea la candidata, que Magario viajó para calmar las aguas y que ambos dirigentes arman juego propio en el Distrito donde los bandos comienzan a ejecutar la pelea. Corresponde a ambos entonces un gesto de grandeza que nos los muestre egoístas, mucho menos en tiempos en los que la población de La Matanza la está pasando mal y se encamina hacia un año más difícil. En ese contexto, las segundas y terceras líneas se reacomodarían solas. El resto deberá llegar por decantación teniendo en cuenta todo lo que el Distrito le aportó al peronismo, sobre todo, en las últimas décadas.